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ES TIEMPO PARA LA SOLIDARIDAD

La experiencia de estos días de aislamiento debe comprometernos a trasformar nuestra humanidad, nuestra manera de vivir indiferente y egoísta frente a la suerte de los demás. Es el momento de comprender que hacemos parte de una comunidad nacional asentada en un territorio, donde nuestro proyecto de vida es viable en la medida que nos vinculemos con el interés general, que nuestra existencia la iluminemos con el faro de la defensa de la dignidad humana, mandato rector de la Constitución de Colombia.


Fuente: Juverney García


Ante el prolongado aislamiento decretado por las autoridades locales y nacionales, debemos comprender con claridad, la misión de las autoridades públicas: velar por la vida e integridad personal de toda la población. Debemos entender, entonces, que la convocatoria es a reflexionar sobre esta medida que nos puede parecer deprimente, contraria a la libertad y al bienestar individual.


Incorporando la solidaridad a nuestras vidas, en esta etapa de nuestra historia, es como logramos protegernos y proteger a nuestra familia y a los miembros de la sociedad de la que somos un todo. Estrecharnos bajo un mismo techo, sentir la tensión de la natural controversia propia de la continua convivencia con los más cercanos, hacer uso de la herramienta de la tolerancia, renunciar a la rutina placentera del gimnasio, el bar, el café con los amigos o deambular por centros comerciales, es permitir que surja y brille el ser solidario que hemos tenido oculto, es despertar el mundo de la bondad sin límites que enseña la naturaleza, para vivir a plenitud la gran realidad que se traduce en la palabra, solidaridad.


Incorporando la solidaridad a nuestras vidas, en esta etapa de nuestra historia, es como logramos protegernos y proteger a nuestra familia y a los miembros de la sociedad de la que somos un todo.

Gracias a la solidaridad que funda nuestro modelo de sociedad, desde la constitución, debemos disponernos a entender y comprender, por vez primera que hacemos parte de la aldea global vecinal, que no nos hez posible proyectar, planear y ejecutar absolutamente nada sin contar con el otro, con el próximo, con el migrante, con la mujer, con el niño, con el anciano, con el diverso porque es la única manera de hacer la diferencia entre estar vivo o exponerse a no estarlo.



A través del desafío de la solidaridad, es posible renunciar a toda clase de ansiedad y depresión a causa del encierro temporal. Nuestra privación temporal sirve de alivio a otros que están afuera gozando de buena salud por estos días, como los animales, el saber de la plena libertad de las aves, el apreciar dese nuestra ventana de cautiverio, un firmamento que por fin cuenta con aire puro y el saber que por estos días las aguas de los ríos es más limpia. Es el derecho a una vida digna de otros seres que nos debe inundar de radiante felicidad.



No es otro mundo, es el mismo bajo circunstancias y retos diferentes, los cuales nos moldean y nos enseña a amar y valorar aquellas cosas que en la rutina nos parece tan normales. Hoy muchos se encuentran en alta mar sin la oportunidad de arribar y regresar a sus hogares y estar con los suyos, aquellos que tal vez ya nosotros estamos cansados de apreciar a diario. Otros que por circunstancias de la misma pandemia están aislados, sin el abrazo de sus seres queridos, y ciento de miles muriendo como Australia que ha tenido al día 700 muertes sin un adiós y siendo sepultados sin derecho a la compañía de quienes le amaron.


No es otro mundo, es el mismo bajo circunstancias y retos diferentes, los cuales nos moldean y nos enseña a amar y valorar aquellas cosas que en la rutina nos parece tan normales.


Es el momento de vivir con alegría la solidaridad que nos enseña la Constitución, sin tener ninguna excusa, alimentarnos del inmenso e inagotable humanismo solidario de aquellos seres ejemplares que donan su tiempo, su dinero, su familia, su salud y su vida para ser solidarios con la defensa de la vida de otros. Las enfermeras, los médicos, la policía y todo el ejército de voluntarios que lo entregan todo sin vacilación para vivir ese gratificante valor que a todos nos obliga, la solidaridad.


Juverney García - Medellín

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