Aristóteles en una de sus reflexiones calificó al hombre como un “animal político”, debido a que vive en sociedades organizadas políticamente, en las cuales participa en mayor o menor medida con el fin de establecer- por lo menos en teoría- el interés común. Dicha premisa implica que, el mismo sea un ser social por naturaleza, organizado en diferentes estructuras comunitarias para satisfacer sus necesidades, por lo tanto, un individuo interdependiente.

Fuente: MC
En ese sentido, la necesidad mutua del otro hace posible la existencia individual y manifiesta a su vez, la exigencia de contacto social de nuestra especie. Dicha demanda ha sido suplida a través de la construcción de lugares de encuentro con funciones específicas, entre ellas, las instituciones educativas, entidades financieras, supermercados y centros de abasto, iglesias, centros comerciales, galerías, parques y plazas, entre otros. Ahora bien, el COVID- 19 transformó esos espacios que nos eran cotidianos hasta hace muy poco, en desconocidos, otorgando el protagonismo a los entornos digitales.
Dicha demanda ha sido suplida a través de la construcción de lugares de encuentro con funciones específicas, entre ellas, las instituciones educativas, entidades financieras, supermercados y centros de abasto, iglesias, centros comerciales, galerías, parques y plazas, entre otros. Ahora bien, el COVID- 19 transformó esos espacios que nos eran cotidianos hasta hace muy poco, en desconocidos, otorgando el protagonismo a los entornos digitales.
Luego, lo digital, claramente obedece a otras dinámicas de interacción que para muchos son desconocidas aún en la ciudad; debido a que impone barreras de acceso y asimetrías de información para su uso eficiente. En el caso colombiano, donde la brecha digital asociada a las dificultades de accesibilidad y uso eficiente de las TIC alcanza el 52.2 %[1], dicha problemática se profundiza, pues en términos jurídicos aborda la discusión de nuevos derechos, como el derecho humano al Internet.
Consideremos que es un nuevo derecho que debería garantizar el Estado y aunque lo ha venido abordando por medio de estrategias como “Vive Digital”, esta estrategia solo se centró en buscar la conectividad sin garantizarla. En concordancia con lo establecido en la Asamblea General de Naciones Unidas, este derecho debe reconocer la naturaleza mundial y abierta de Internet como impulso de la aceleración de los progresos hacia las diversas formas de desarrollo; en el mismo sentido, que los derechos de las personas también deben estar protegidos en Internet, en especial la libertad de expresión.
En concordancia con lo establecido en la Asamblea General de Naciones Unidas, este derecho debe reconocer la naturaleza mundial y abierta de Internet como impulso de la aceleración de los progresos hacia las diversas formas de desarrollo.
Sin embargo, ante la coyuntura no es una prioridad, pues aún no se resuelven situaciones estructurales de mayor envergadura como el acceso a agua potable, educación de calidad o seguridad alimentaria de esas comunidades que también se encontrarán desconectadas no solo territorial y geográficamente, sino también de la vida social. Por ello, se deben priorizar estas demandas y paralelamente considerar al Internet como herramienta de comunicación, así mismo su uso e implementación para la participación en los diferentes ámbitos de la vida. Por ello, el COVID- 19, indudablemente nos trajo consigo una oportunidad invaluable para conectarnos, pero ¿estaremos preparados para los nuevos escenarios de contacto?
[1] Chagüi, R (5 de junio de 2019) Cerrar la brecha digital en las zonas apartadas del país. El Tiempo. Recuperado de: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/ruby-chagui/cerrar-la-brecha-digital-en-las-zonas-apartadas-del-pais-columna-de-ruby-chaguei-371424 Juan Pablo Alvarado - Cali.
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